martes, 2 de octubre de 2012

Libertad y paisaje






En ti, como en mí, existe un arraigado anhelo de libertad. Seguramente has percibido que hay lugares donde parece que ese abstracto cobra forma. Alguna vez, sin duda, has sentido la conexión. Cuando estabas frente al mar, en el corazón de un valle, o en la cumbre de una montaña; allí habrás rozado la textura de su cuerpo inabarcable.

Mi libertad se hace paisaje en un desierto de Jordania llamado Wadi Rum. Cuando llegamos al campamento faltan veinte minutos para la puesta de sol, y la vista se confunde en un mar de tonos degradados del amarillo al salmón. Nosotros somos aquí una estridencia, ocho notas felices al margen de la partitura. 

A lo lejos, una larguísima fila de camellos avanzando con parsimonia. El aire ostenta una pureza desmedida, la luz alcanza cualidades místicas. Siento a mis costados las alas desplegándose: robustas, poderosas. Mi alma desamarra sus falsos espigones; nada por lo que llorar, nada de lo que avergonzarse, nada que reprochar. Ni antes ni después; sólo un ahora infinito redentor de todo. 

Y el sol en retirada, disolviendo contornos, afinando matices y lamentos. Nosotros arropados en las sombras, yaciendo livianos bajo las estrellas.


Mariaje López.


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