lunes, 11 de diciembre de 2017

Nadar en el barro



Imagen: Yeison Gualdrón



Asomarse a la maravilla que somos al nacer, encontrar el hilo de la pureza nativa, ese frágil equipaje con el que llegamos al mundo, el milagro evolutivo que somos... tocar esa grandeza es imposible aterrizados en la edad adulta, si no se parte del conocimiento de nuestra miseria. 

Para querernos es preciso admitir que no somos como nos gustaría ser, ni mucho menos perfectos, como al nacer, para desde esa certeza avanzar sinceramente hacia algo mejor. Únicamente en la aceptación de lo que somos, sin tunear las sombras, podremos ofrecer al mundo y ofrecernos en primera persona lo mejor de nosotros. 

Esta será sin duda la mayor conquista de cada día, convivir con esa parte reprimida de nosotros que no nos gusta, deseando mejorarla de forma honesta, sin traicionarla ni querer ignorarla, enterrarla viva —tan viva—, a veinte metros bajo el suelo. Es preciso mirarla de frente, y hasta de perfil, para aprenderse su anatomía al milímetro, para saber cómo respira. Hemos de hacerlo si lo que esperamos es llegar a amarnos como necesitamos. Es preciso hacerlo para consolar ese anhelo de sentido, para suturar el caos en nuestras vidas y no acabar siendo también el caos en los otros. 

Para tocar las estrellas de la pureza nativa, o lo que de ella quede, primero hay que aprender a nadar en el barro. 


Mariaje López
Licencia Creative Commons Tu  escritora personal por Mariaje  López se encuentra bajo una Licencia  Creative Commons Atribución-NoComercial-